Para poder evaluar la parte de culpa del euro en la crisis actual, debemos estudiar qué ha cambiado desde que España, junto a otros países europeos, abandonaron sus monedas y adoptaron el euro como moneda oficial.
Uno de los principales cambios es el de la financiación, ya que antes de utilizar la moneda única España se financiaba a través de la deuda contraída con otros países, con los propios ciudadanos españoles y también con el banco de España. La entrada en el euro limita esta financiación a la deuda contraída con los ciudadanos y a los famosos mercados a través de subastas programadas, eliminando la compra directa de deuda soberana por parte del actual heredero del Banco de España: el Banco Central Europeo (BCE).
Este punto es crucial, ya que no disponer de una posible financiación a través del mecanismo emisor de moneda (el que imprime los billetes: BCE) supone varios puntos:
- Aparecen intermediarios privados en la financiación de los países que adoptan el euro: los mercados. Los beneficios que ganan estos intermediarios repercuten directamente sobre el coste de la financiación de los países. Como ejemplo, los mercados compran deuda soberana por un porcentaje muy superior (sobre un 5% actual en el caso de bonos españoles a 10 años) al porcentaje al que el BCE les presta a ellos dinero (1.0 - 1.25 %).
- Aparece la posibilidad de no encontrar financiación posible a través de una mayor emisión de moneda. Esto es lo que ha llevado a Grecia a no poder financiarse, ya que no existe un Banco de Grecia capaz de comprar deuda griega mediante emisión de dracmas.
Son muchos los factores que determinan la fortaleza de una moneda, pero uno de las más importantes es la cantidad de billetes emitidos en función de la riqueza que representan. Una mayor emisión de moneda (sin aumentar la riqueza) provoca su caída en las tasas de cambio, lo que da lugar en ocasiones a auténticas guerras de divisa entre estados. Una de las razones por las que China ha comprado de forma masiva deuda americana es evitar que sea la reserva americana (equivalente al BCE americano) la encargada de esta compra, a través de una mayor impresión de dolares. Esta mayor emisión de dolares afectaría al cambio Dolar-Yuan y encarecería las exportaciones chinas, que es lo que precisamente el gobierno chino pretende evitar.
El uso del Euro limita por tanto el abanico de posibilidades de España, ya que en la actualidad España no tiene el poder de influir para favorecer una posible depreciación del Euro (que afectaría al resto de países).
Cabe pensar que las consecuencias de volver a la peseta serían gravísimas a corto plazo: devaluación sin fin de la nueva peseta que posiblemente desembocaría seguramente en hiperinflación con un aumento descontrolado del precio de los alimentos sobre los sueldos. Se encarecería enormemente el petróleo y el coste energético (dependiente del petróleo cuyo peso se establece en dolares) y sería casi impensable hacer turismo, coger un avión o simplemente comprar productos fabricados en Alemania.
Puede que entonces se destinasen más medios a la promoción de energía limpias, limitando la dependencia actual de gas y petróleo (importados). También puede que la producción española sufriese un importante cambio, ya que el encarecimiento de ropa, calzado, electrodomésticos o coches producidos en otros países animaría la apertura de industria española capaz de atender esta demanda.
También sería justo señalar (como bien señala Juan Carlos Barba de Colectivo Burbuja) que a pesar de contar con un banco emisor de moneda propio, la política monetaria seguiría viéndose afectada por los mercados a través de los ataques bajistas como el que realizó George Soros contra la libra esterlina el 1992 en el llamado "miércoles negro".
Habrá gente que vea más ventajas que inconvenientes (y viceversa), pero parece claro que la capacidad de elegir, aunque sea la forma de derrota deseada, es algo deseable para cualquier estado soberano.